Los 7 errores más frecuentes en olivicultura

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Equipo editorial

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Los 7 errores más frecuentes en olivicultura

Aunque para la mayoría de las personas el olivo es sinónimo del Mediterráneo, el cultivo se ha extendido de forma significativa a diversas partes del mundo en los últimos años. Tanto si quiere mejorar la forma en la que explota un olivar familiar o empezar a cultivar desde cero, le contamos cuáles son los 7 errores más frecuentes en olivicultura que debe evitar.

La mayoría de estos errores tienen sus orígenes en la falta de conocimientos y de un plan de cultivo organizado, así como en falsas creencias tradicionales.

Los 7 errores más frecuentes en olivicultura

  •  No informarse previamente de la variedad que se va a cultivar. Existen dos factores clave que un olivicultor debe considerar antes de decidir qué variedad va a cultivar. El primero es la localización del olivar. Además de la región en general, el agricultor debe tener en cuenta el microclima local, que puede variar considerablemente de una zona a otra. Normalmente, una variedad sólo podrá rendir a su máximo nivel con un microclima determinado, aunque se utilicen mucho en determinados ámbitos. El agricultor debe estar seguro de que la variedad que quiere cultivar no sufra debido a ninguna condición local (p.ej., heladas primaverales frecuentes). En segundo lugar, para seleccionar la variedad adecuada, el olivicultor debe decidir de antemano qué producto quiere producir. Existen variedades adecuadas para producir aceite de oliva, denominadas variedades oléicas. Por otro lado, también existen variedades que se utilizan sobre todo para producir aceitunas de mesa. Por último, existen las variedades mixtas, para ambos usos. En cualquier caso, realizar un estudio de mercado previo siempre ayudará al agricultor a tomar una decisión con conocimiento de causa, ya que un posible cambio de rumbo a posteriori suele tener resultados desastrosos. Después de realizar una investigación personal y consultar con un agrónomo local, podrá elegir finalmente una o varias variedades que le garanticen una buena producción en los próximos años.
  • Utilizar material vegetal de propagación no certificado y posiblemente infectado. Los aspectos fitosanitarios y la autenticidad de los plantones utilizados se documentan mediante certificados específicos que el oleicultor debe tener en su poder.  Todas las plantas deben estar certificadas con una etiqueta del Ministerio de Agricultura y/o de otra organización autorizada. A pesar de que resulte difícil de creer, muchos agricultores desconocen la variedad exacta de olivo que cultivan. Un conocido o amigo les regaló una vez 500 árboles jóvenes sin que nadie supiera su origen e identificación. Si bien esta práctica podía estar permitida hace años y pudiera ser, en parte, segura, hoy en día esto puede poner en peligro nuestro olivar y los olivares colindantes. Además de otros problemas, el material no certificado puede estar infectado por la bacteria Xylella fastidiosa, considerada como el organismo más catastrófico que el material puede esconder. Los plantones infectados de un vivero pueden portar la bacteria y transmitirla a las plantas maduras sanas de una zona con mucha facilidad. La Xylella puede destruir árboles de más de 30 años en muy poco tiempo. Por ello, es fundamental que todos nuestros plantones cuenten con las certificaciones fitosanitarias adecuadas. La plantación original debe de estar libre de enfermedades y los sustratos utilizados para el desarrollo de los árboles debe también haber dado negativo en un análisis de plagas y enfermedades. Los olivicultores deben visitar en persona a los proveedores y asegurarse de que están autorizados por el Ministerio de Agricultura (u organización correspondiente)
  •  Un marco de plantación equivocado.  Todo agricultor quiere aprovechar al máximo el espacio del que dispone y obtener una gran producción. Obviamente, esto es muy respetable. No obstante, plantar demasiados árboles en poco espacio sólo traerá problemas. Cuando los árboles tengan más de diez años, el follaje será demasiado denso y dará sombra a grandes partes de las copas de árboles cercanos. Esto reducirá la actividad fotosintética de las plantas. Es más, la carencia de una buena aireación puede crear las condiciones favorables para la transmisión de enfermedades. Por lo tanto, el olivicultor tendrá que elegir. Si se decanta por un olivar superintensivo, deberá seleccionar variedades de menor tamaño y podarlas adecuadamente. Pero supongamos que su prioridad es cultivar una variedad determinada de olivo que no es adecuada para este tipo de sistema. En ese caso debería seguir el consejo de un ingeniero agrónomo local y diseñar un plan con un marco de plantación de distancias superiores entre árboles.
  • Fertilizar y regar excesivamente olivos jóvenes. Los agricultores impacientes tienden a regar y abonar en exceso los plantones jóvenes para acelerar el desarrollo y acortar el tiempo necesario para que un árbol comience a generar una producción satisfactoria. Aunque la parte del árbol por encima del suelo puede responder de forma positiva y mostrar un crecimiento importante, el sistema radicular no se desarrolla en consecuencia. Este crecimiento desequilibrado puede provocar problemas a largo plazo en la fisiología y el rendimiento del árbol.
  • Es frecuente dejar el cultivo a su suerte y sólo visitar el olivar durante la cosecha. Tanto el cultivo como su producción están en peligro durante el otoño, especialmente con el clima húmedo y lluvioso. En estas condiciones, enfermedades como la antracnosis del olivo (Colletotrichum gloeosporioides) pueden propagarse rápidamente y degradar toda la producción incluso 1-2 semanas antes de la cosecha, a pesar de que todo pareciese marchar bien.
  • Retrasar la cosecha.  Entre algunos olivicultores aficionados existe la falsa creencia de que cuanto más tiempo el fruto permanezca en el árbol, más aceite producirá. Sin embargo, mantener los frutos en el árbol mucho después de la fase de maduración provocará que la calidad de la aceituna y del aceite de oliva sea menor y, obviamente, no incrementará el contenido en aceite. Además, este retraso en la recolección repercute directamente tanto en las características organolépticas del aceite de oliva como en su valor nutritivo. Si dejamos madurar de más las aceitunas, disminuye la concentración de determinadas sustancias consideradas factores esenciales de calidad, como los aldehídos y los polifenoles. No obstante, los problemas no se limitarán a la temporada actual sino que se suelen extender también a la siguiente, provocando que se incremente el problema de la vecería y reduciendo la producción del año siguiente.
  • Podar durante la cosecha. Bien sea por desconocimiento o simplemente porque quieran llevar a cabo los dos procesos a la vez, algunos olivicultores cortan cualquier rama con una carga considerable de aceitunas que pasarán a través de una máquina separadora situada en el suelo. Los efectos catastróficos de esta técnica tardarán poco tiempo en ser evidentes. Cuando lesionamos un árbol o pierde una gran parte de su vegetación, inicia de forma automática un proceso para restablecerla. Este proceso suele requerir una gran cantidad de energía. En estas condiciones, el árbol dará prioridad al crecimiento vegetativo sobre la producción de frutos. Además, durante los años de mayor producción  el olivo ha transferido toda su energía al fruto y ha consumido valiosos recursos para ello. Una vez que retiremos las aceitunas, el árbol utilizará sus hojas para recuperar energía, mediante la fotosíntesis, y producir más frutos el próximo año. Si en nuestro esfuerzo por cosechar las aceitunas, eliminamos ramas con abundante follaje, reducimos su capacidad fotosintética y, por tanto, la producción del próximo año.