Utilizar los residuos alimentarios para marcar la diferencia
Según el NRDC, más del 40% de los alimentos que se cultivan en EE. UU. se desperdicia. A nivel mundial, esa cifra supera el 33%.
Y resulta preocupante pensar que todos los millones de habitantes que pasan hambre en el planeta -alrededor de 1.000 millones- se podrían alimentar con menos del 25% de los alimentos que se desperdician sólo en Estados Unidos y Europa.
Y no es sólo que la comida se desperdicie sino que todos los alimentos que se pudren y los que se tiran a la basura, serían la tercera fuente de gases de efecto invernadero si se tratase de un país.
Estos residuos no son sólo alimentos que se podrían comer; sino que se extiende al desperdicio de fertilizantes, el coste de cosechar alimentos que no se llegan a consumir, el almacenamiento de esos alimentos y, eventualmente, otros gastos como el transporte.Otro dato que nos hace pensar: Más del 25% del agua dulce del mundo se destina a alimentos que acabarán desperdiciando.
Es difícil calcular la cifra total de residuos alimentarios. Existen diferencias por regiones y países, así como entre alimentos: por ejemplo, el porcentaje de residuos de productos lácteos es muy diferente al de frutas y hortalizas y también difiere mucho de un país a otro.
No obstante, según un artículo de 2019 publicado en la revista Resources, Conservation and Recycling por Carla Caldeira et al., en 2011 había disponibles en la UE 637,8Mt (megatoneladas) de alimentos. De esa cantidad, se desperdiciaron 129,2Mt (el 20,3%). De ese desperdicio total, el 24,9% se produjo en la etapa de producción primaria, el 23,7% durante la transformación y la fabricación y el 5,2% en el comercio minorista y la distribución. En cuanto al desperdicio de alimentos en los hogares las pérdidas supusieron 38,4% y el servicio de comidas fue responsable del 8,0%.
Por categorías de alimentos, las hortalizas se situaron a la cabeza con el 24,2% de las pérdidas, seguidas de las frutas con el 21,7%, los cereales (12,1%), la carne (11%) y los cultivos oleaginosos (9,8%).
Alimentos ‘imperfectos’
Es obvio que la mejor manera de reducir el desperdicio de alimentos es evitar generarlo.
Algunos de los alimentos que se desperdician son absolutamente comestibles, el problema es que se los considera “imperfectos”. Es decir, que no cumples las “normas” estéticas. Esto puede puede ser debido a que sea un poco más pequeño de lo normal o que tenga forma que no es la estándar. Una gran parte de esta comida se recicla y se utiliza para dar de comer al ganado o como abono.
Usos para los alimentos desperdiciados
Algunas cadenas de supermercados han comenzado a vender frutas y verduras “imperfectas”, por lo general a un precio inferior al de los productos estándar. La mayoría de los supermercados del Reino Unido, por ejemplo, cuentan con una selección de verduras imperfectas.
En Estados Unidos, las empresas se aprovechan de los alimentos imperfectos, que compran a los productores y venden al consumidor final.
También se elaboran muchos otros productos alimentarios a partir de frutas y verduras imperfectas. Al fin y al cabo, la forma que tenga una sandía no es importante si se transforma en una bebida de frutas.
La Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE. UU. dispone de un gráfico de jerarquía de recuperación de alimentos para explicar las formas de gestionar el exceso de alimentos. Alimentar a los que pasan hambre es la máxima prioridad y la alimentación animal queda en segundo lugar. Por debajo se encuentra otro destino posible para las verduras y frutas que de otro modo no se utilizarían: la industria.
Muchos cultivos se cultivan para producir biocombustibles. No obstante, este asunto es controvertido ya que se ha argumentado que la tierra que utilizan los cultivos para biocombustibles se podría utilizar para la producción de alimentos. Esto ha llevado a pedir que los biocombustibles se creen a partir de residuos alimentarios, aunque no exclusivamente. Por ello se ha llegado a pedir, aunque no de manera exclusiva, que los biocombustibles se produzcan a partir de residuos alimentarios.
Ejemplos de cómo utilizar los residuos alimentarios
Aunque el uso de los residuos alimentarios para alimentar a las personas es, sin duda, la prioridad, también están surgiendo otros usos y cada vez resulta más atractivo para las nuevas empresas convertir los residuos en energía u otros productos.
Por ejemplo, una empresa griega aprovecha los residuos alimentarios y los convierte en energía. Apoyada por la UE, esta empresa derivada de una universidad utiliza los residuos alimentarios para producir energía a pequeña escala e in situ.
El proyecto LIGNOFLAG, financiado por la UE, se puso en marcha en 2020. La empresa que coordina el programa trabaja en la comercialización de una tecnología para producir etanol celulósico a partir de residuos agrícolas como la paja de cereales, el rastrojo de maíz y el bagazo de caña de azúcar. El etanol celulósico puede utilizarse como alternativa a la gasolina hacer funcionar los vehículos.
El principal objetivo de LIGNOFLAG es construir y explotar una planta de producción de etanol celulósico a escala comercial, la primera de este estilo, en Podari (Rumanía).
El año pasado, un estudio realizado en la India demostró que la bacteria Bacillus sp. PM06 puede sacarificar y fermentar los tres tipos de biomasa lignocelulósica: el salvado de trigo, los residuos de sagú y el salvado de arroz. Los autores del estudio afirman que esto hace que las bioconversiones sean más factibles desde el punto de vista económico.
En 2014, unos estudios demostraron que se puede producir etanol a partir del bagazo de la caña de azúcar, la paja del arroz y la paja del trigo utilizando la levadura Saccharomyces cervisae.
Existe otra multinacional que puede producir BioGNC (biogás natural comprimido) a partir de biogás procedente de la industria alimentaria, explotaciones agrícolas o pequeñas fincas lecheras, así como granjas con menos de 3.000 cabezas de ganado. Asimismo, la empresa puede producir BioGNL a partir de residuos de instalaciones más grandes, vertederos y sistemas de alcantarillado.
Otro proyecto en la India no sólo crea energía a partir de residuos, sino también empleo, exactamente más de 400 puestos de trabajo. Y existen otros beneficios como que se reducen los gases de efecto invernadero porque ya no se queman cultivos y se crea energía limpia.
Y en Australia, más de 130 vertederos utilizan el metano de los alimentos en descomposición para producir electricidad.
Pero no sólo podemos generar energía a partir de los residuos alimentarios, también podemos utilizarlos para fabricar hormigón, cemento y ladrillos. Asimismo, se pueden transformar en cosméticos, aditivos alimentarios, suplementos dietéticos y productos farmacéuticos. Un proyecto en Australia, el mayor productor de patatas del hemisferio sur, utiliza los residuos de estos tubérculos para crear bioplásticos. El 40% de las patatas australianas nunca llegan a la cadena alimentaria. Este esfuerzo de reciclaje forma parte de una economía circular, ya que estos residuos se pueden convertir en productos que ayuden a aumentar la vida útil de otros alimentos y así reducir aún más los residuos.
Existen muchos otros ejemplos de empresas que intentan cambiar las cosas para reducir el desperdicio de alimentos en cada eslabón de la cadena de valor.
Para los agricultores también existen mejores alternativas, y más rentables, que desechar las cosechas que no quieran, que no se puedan utilizar o que sobren y convertirlas en fertilizantes o piensos. Esto también se puede extrapolar a las partes de las plantas que no se cosechen. Merece la pena estudiar si existen otras posibilidades.
Aunque siempre existirán residuos alimentarios, reducirlos y encontrar formas innovadoras de utilizarlos supone la esperanza de poder alimentar a la creciente población, reducir los gases de efecto invernadero y el consumo de agua, así como proporcionar energía verde a todo el mundo.