Reinventando el arte de la labranza: una nueva perspectiva de lo moderno a lo tradicional
El suelo es el recurso más importante del sector agroalimentario, tiene vida propia y da vida a todo. Se necesita una generación para desarrollar 10 cm de suelo fértil de forma natural, pero los excesos del ser humano han consumido el 40% de la fertilidad del suelo, han ejercido una gran presión sobre el ecosistema y contaminado las masas de agua. Es interesante que, aunque el suelo tenga la capacidad de impulsar y sustentar la vida, su degradación pueda provocar graves problemas e inestabilidad en los agroecosistemas, poniendo en peligro la seguridad alimentaria.
Con el progreso de la tecnología moderna, se ha extendido el uso de maquinaria pesada, y la aplicación excesiva de productos químicos sintéticos como herbicidas, insecticidas y fungicidas ha deteriorado la fertilidad del suelo y contaminado las masas de agua subterráneas y superficiales. Hoy en día, es urgente que nos centremos en las prácticas de conservación y regeneración para mantener la fertilidad del suelo para la supervivencia de las generaciones futuras.
Técnicas de labranza para la conservación del suelo
Una labranza adecuada es una de las formas de recuperar la fertilidad natural del suelo. El laboreo es un método utilizado por los agricultores antes de la siembra. Una labranza correcta protege la fertilidad del suelo y retiene la materia orgánica; sin embargo, las prácticas modernas sólo se centran en maximizar la producción y no en proteger el suelo. En consecuencia, es necesario realizar múltiples ajustes para proteger la estructura y la salud del suelo, manteniendo a la vez la producción de los cultivos.
Los pasos hacia la labranza de conservación:
- No deben eliminarse los residuos de los cultivos, ya que son cruciales para potenciar la fertilidad del suelo.
- La labranza debe realizarse un mes antes de que empiece la temporada de siembra o un mes antes de la primera precipitación, lo que ocurra primero. Durante la labranza, debemos dejar los restos de la cosecha en el campo.
- Labrar la tierra mezclada con los residuos puede mejorar la calidad del suelo ya que la mezcla creará un agregado que acabará favoreciendo el movimiento bacteriano a través de la descomposición. Estas bacterias pueden mejorar la fertilidad del suelo.
- El suelo debe labrarse a una profundidad de menos de 10 cm (4 pulgadas) antes de que comience la temporada de siembra, y los residuos de los cultivos deben mezclarse con el suelo durante el proceso de labranza. Labrar el suelo a más de 12 cm (5 pulgadas) de profundidad durante la primera labranza puede exponer la capa secundaria del suelo a la luz solar, lo que puede estimular el crecimiento de malas hierbas en el suelo.
- Durante el laboreo debemos evitar la capa secundaria del suelo, ya que es naturalmente más productiva que la capa superior. Alterar el pH de la capa secundaria del suelo mediante la labranza también puede repercutir en el crecimiento de los cultivos.
- Si es necesario, debemos realizar la segunda labranza, una semana antes de la siembra/plantación, y la profundidad no debe exceder de 12 cm (5 pulgadas). Para mejorar la textura del suelo y contribuir a una distribución uniforme de los residuos del cultivo anterior, es aconsejable que el agricultor lleve a cabo el laboreo transversal o en sentido contrario a la labranza anterior.
- La labranza final debe realizarse de acuerdo con los requisitos de siembra. Las semillas deben plantarse a una profundidad de 5 a 10 cm en el suelo, ni más profundo ni más superficial. Esto proporcionará las condiciones óptimas para la aireación del suelo y el crecimiento de las plantas.
Conclusión
La labranza reducida o de conservación es un método esencial para aumentar la fertilidad del suelo y el rendimiento de los cultivos. El proceso de laboreo debe realizarse con precaución, teniendo en cuenta las características del suelo, los residuos de los cultivos y las necesidades de siembra. Los agricultores pueden aumentar la calidad de sus suelos, mantener la productividad natural de la capa secundaria de éste y limitar el crecimiento de malas hierbas si siguen el proceso de labranza que hemos sugerido. La gestión de los residuos vegetales también puede fomentar la movilización y diversidad de bacterias beneficiosas, enriqueciendo aún más el suelo con materia orgánica. Labrar el suelo no es sólo una actividad física, sino también biológica y química, que afecta tanto al ecosistema de la tierra como al crecimiento del cultivo.