En los últimos 100 años se ha producido un crecimiento masivo de la productividad agrícola. El rendimiento que se puede obtener de una unidad de tierra se ha multiplicado varias veces. Esto ha sido posible gracias al uso a gran escala de productos fitosanitarios y fertilizantes, así como a la mecanización de la agricultura y los avances en la mejora genética. Por desgracia, la progresiva intensificación de la agricultura ha afectado de forma negativa al entorno natural. El hábitat ha disminuido y el paisaje agrícola ha perdido su diversidad. La intensificación de la agricultura ha reducido el número de aves, de insectos y de plantas que ocupan hábitats marginales. A largo plazo, la degradación del medio ambiente no es indiferente a la propia producción agrícola e implica consecuencias negativas.
Los servicios de los ecosistemas
La importancia de la naturaleza y sus procesos para el ser humano queda bien reflejada en los servicios ecosistémicos. Suelen agruparse en cuatro categorías:
- De provisión: la naturaleza (los ecosistemas) proporciona a los seres humanos productos como el agua, la madera, la fibra, el combustible y los recursos genéticos.
- De regulación: en esta categoría se incluyen los servicios como la regulación del clima, la protección contra la erosión, el control biológico y la polinización de las plantas.
- Culturales: la naturaleza proporciona valores espirituales, educativos y éticos.
- De apoyo: esta cuarta categoría incluye los servicios que apoyan procesos esenciales, como la circulación de los elementos, el agua y la formación del suelo.
Se supone que el nivel de servicios ecosistémicos, el nivel de beneficios que obtenemos de los ecosistemas, es directamente proporcional al nivel de la biodiversidad. Cuanto mayor es la biodiversidad, mayor es el nivel de servicios ecosistémicos, más estable es el sistema y mayores son los beneficios para el ser humano. Los ecologistas suelen comparar la pérdida de biodiversidad con un avión en vuelo del que se desprenden remaches. Al principio, la pérdida no produce ningún efecto visible: el avión sigue volando. Sin embargo, llega un punto crítico: al perder un remache (especie) más, se caen las alas del avión y éste se estrella. La situación puede ser similar a la de nuestra biodiversidad. Es posible que aunque todavía no veamos los efectos de la pérdida, ésta se produzca en cualquier momento. Por otro lado, una actuación inmediata nos puede salvar del desastre.
Un ejemplo de esto es el control de plagas. En los ecosistemas que funcionan correctamente, existen complejas redes de relaciones entre las distintas especies. Algunas especies rivalizan con otras que pueden provocar pérdidas en la producción de los cultivos limitando sus poblaciones. Éstos pueden ser enemigos naturales.
La importancia de la diversidad de la vida del suelo
La riqueza de la vida del suelo es tan desconocida que sabemos menos de los organismos que lo habitan que de los de las profundidades oceánicas. Si pudiéramos sumar la masa de todos los organismos vivos que habitan el suelo en una superficie de 1 hectárea, daría una masa de varios cientos de kilogramos o quizás incluso varias toneladas. Es como si varias vacas estuvieran constantemente masticando, digiriendo y excretando en la misma unidad de tierra. Existen más de mil millones de bacterias en un gramo. Aunque los organismos del suelo sean poco conocidos, podemos estar seguros de su importancia para la salud de éste. Sin ellos, la descomposición de la materia orgánica no sería posible. Nada de lo que penetrase en el suelo se podría descomponer. Los organismos del suelo son, por tanto, responsables del ciclo de la materia orgánica y de poner los nutrientes a disposición de las plantas. También pueden estimular el desarrollo de las raíces de las plantas y aumentar su resistencia al estrés mientras que reducen el crecimiento de hongos patógenos. Influyen directamente en la salud del suelo, lo que se traduce en la salud de las plantas. El modo en que un agricultor cultiva el suelo, los cultivos que cultiva y los insumos que utiliza en el proceso afectan a la actividad microbiana y a la composición de los organismos.
La importancia de conservar los recursos genéticos
Los recursos genéticos representan uno de los mayores desafíos en términos de renovabilidad. Sin embargo, los genes, una vez perdidos, son imposibles de restaurar. Para responder a este problema, se están creando bancos de semillas en todo el mundo con el fin de preservar el patrimonio genético. A pesar de los esfuerzos, asistimos a una disminución constante de la diversidad de las especies vegetales cultivadas y al abandono de las variedades de cultivos tradicionales. En estas variedades olvidadas se ocultan a menudo rasgos clave que pueden aumentar la resistencia de las plantas a las enfermedades, hacerlas más resistentes a la sequía y mejorar la calidad de los cultivos. En busca de rasgos de valor, los genetistas encuentran a menudo un tesoro de recursos genéticos sin explotar.
Los insectos polinizadores - un símbolo de la diversidad
El valor anual de los servicios de polinización es de 135.000 millones de euros y se calcula que el 84% de los cultivos del mundo se benefician de la polinización. Desde el punto de vista de la naturaleza, es fundamental proteger a todos los insectos polinizadores y no sólo a la famosa abeja melífera. Al ser una de las especies ganaderas, la abeja melífera no está en peligro de extinción. Su población es lo suficientemente numerosa en determinadas zonas como para competir por los recursos con los insectos polinizadores silvestres, a los que precisamente deberíamos cuidar. La razón es que, gracias a su diversidad morfológica, están adaptados para polinizar distintas especies de plantas. Algunas partes de una planta son tan específicas que una abeja no puede polinizarlas. La flor no lo permite. La UE tiene normas estrictas sobre el uso de productos fitosanitarios. El número de sustancias insecticidas es extremadamente reducido; las demás fueron eliminadas ya que las pruebas científicas evidenciaron que contaban efectos perjudiciales para los insectos polinizadores.
El paisaje agrícola
El carácter único del paisaje agrario se debe a las actividades de la agricultura. El agricultor es el grupo profesional que más influye en la formación de este paisaje a través de sus decisiones diarias. ¿Qué plantas?, ¿qué diversidad de especies tendrá el campo?, ¿se dejará un solo árbol o quizá se plantará uno nuevo?, ¿se dejará una franja de tierra, un descampado o una zona inundada? Todas estas decisiones se traducen en el aspecto final del paisaje y sus funciones. Los organismos beneficiosos -insectos depredadores o aves rapaces que reducen las poblaciones de roedores- necesitan hábitats donde reproducirse e invernar. Las decisiones que toma un agricultor son fundamentales para todo lo demás.
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